Columna Y sin embargo
A la memoria de Abel Murrieta
(todavía esperando resultados un año después)
¿Cómo se explica usted que siendo AMLO tan criticable y tan criticado no cae en las encuestas? ¿Qué tanto habría que descalificar a López Obrador para que pueda subir la oposición? Más aún ¿Puede la oposición ganar solo a costa de desacreditar al Presidente?
A la oposición le falta lo que los académicos llamamos “narrativa” o lo que en términos más prácticos se puede llamar una propuesta o programa atractivo que supere al de la 4t. Esta narrativa tiene que “pegar” con la base de la pirámide social del país; es decir con los más pobres.
El hecho de que el contrincante sea muy criticable, no hace automáticamente atractivo al opositor. Sobre todo cuando, como en este caso, AMLO y la 4T tienen una narrativa tan atractiva que pega con los sectores más pobres que incluso se comprueba con depósitos bancarios.
Las narrativas del PRI y del PAN
El PRI tuvo una narrativa atractiva más o menos hasta Diaz Ordaz. Se trataba de una narrativa reivindicadora principalmente de los campesinos que impulsó el reparto agrario, la alfabetización, la escuela y la electricidad entre muchos otros programas. Posteriormente, Echeverría y López Portillo trataron de reactivarla pero solo cavaron más hondo en la crisis económica y el autoritarismo. El programa estatista revolucionario se agotó y dejó de ser atractivo en los ochenta y naufragó en un mar de crisis económicas. A partir de Salinas, se adoptó la narrativa de la modernidad económica y política; el mercado, la participación privada y el pluralismo político.
La narrativa del PAN ha sido la honestidad, la alternancia y la transición democrática. Comenzó desde abajo ganando municipios y mostrando mejores resultados de gobierno y una mayor participación social. La democracia electoral fue una bocanada de aire fresco para la nueva clase media mexicana deseosa de modernidad y de avances políticos. Resultó superior y más auténtica que la narrativa priísta y así llegó hasta la presidencia de la República en el 2000. Pero la competencia electoral trajo también mayor corrupción en los estados y municipios. La inversión en las campañas se tenía que recuperar en el gobierno. La transición democrática no se tradujo en la disminución de la pobreza y en el combate al crimen organizado. Así fue como regresó el PRI a la presidencia en 2012. Se perdió la narrativa democrática de los noventa y privaron la corrupción, el desconcierto y el desencanto.
La narrativa de la Cuarta Transformación
López Obrador y la 4T le regresan la esperanza a los grupos menos favorecidos de la sociedad mexicana con una narrativa atractiva y creíble. La transformación prometida no solo propone elecciones libres sino un México más equitativo y justo. Con el lema de “Primero los pobres” lleva a cabo la ampliación de los programas sociales con transferencias masivas de fondos a los grupos marginados. Esa es la gran arma y el gran logro de la 4T. Con esto ha conquistado a la mitad más pobre de la población. La narrativa es sustentada y reforzada con un líder que sabe comunicar y que se percibe más honesto y auténtico que nuestros políticos tradicionales. Esta narrativa sigue vigente e incólume a pesar de los grandes desvaríos y disparates en que incurre.
La gran crítica a la 4T debe ser que no está cumpliendo con la narrativa. Hace transferencias pero no está disminuyendo la pobreza, está destruyendo la economía y está concentrando y militarizando el poder. Esto es cierto pero no fortalece autonmáticamente a los grupos opositores que mantienen viejas narrativas.
Para poder ganar, la oposición a la 4T deberá dar elementos que puede cumplir de manera más efectiva la narrativa de igualdad y prosperidad para los grupos menos favorecidos. Para que la cuña de la narrativa apriete, ha de ser del mismo palo.
Nicolás Pineda