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martes, diciembre 30, 2025

Hace más daño el estrés que el virus

Eloísa Flores García
Postgrado en Sexualidad Humana. Especialidad en Terapia Gestalt y Terapia Cognitiva Conductual. Master en Programación Neurolinguística y Lenguaje Hipnótico. Especialidad en Patrones Avanzados de Lenguaje.

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Nuevamente escuchamos las señales de alerta, empieza a subir el volumen de re-contagios, se incrementa el número de personas hospitalizadas y el rebrote se manifiesta.

Vamos ya con más de ocho meses en nuestro país y casi el año en otros países, ya tenemos muy claro que el Covid-19 no solo afecta nuestra salud física, sino también la salud mental, por las repercusiones que tiene en nuestro sistema nervioso.

Desde la óptica de la salud mental, las personas empiezan a sentirse cansadas. Hay palabras que por si mismas generan reacciones negativas: aislamiento, confinamiento, distancia social, enfermedad, muerte. Hay dolor emocional y hay desgaste físico. Todo esto nos han llevado a un rincón de miedo y terror ¿ahora, como salimos de ahí?

Sin duda, afrontamos momentos de crisis, de cambio -sobre todo cambio de hábitos-, pero también son momentos que exigen toda nuestra plasticidad o resiliencia.

Con la experiencia adquirida es momento de reforzar las medidas de prevención y mantenernos calmados, es necesario que el cerebro pueda responder ante la crisis y amenaza, para poder reconvertirse y adaptarse.

Nos hablan de factores de riesgo, lo cual nos genera mas miedo, mas ansiedad; usemos la nuestra plasticidad cerebral a nuestro favor. La neurociencia nos habla de factores de protección cuando se une a esta idea de la psicología positiva y la resiliencia, esta capacidad de readaptarnos y superar situaciones traumáticas.

Los factores de protección son aquellos que evitan el desarrollo de alguna enfermedad, afectaciones a facultades físicas o trastornos de salud mental.

Hay que recordar que el cerebro funciona gracias a la transmisión de información entre las neuronas, pero además es el órgano encargado de controlar y coordinar el movimiento corporal y de procesar la información sensorial.

Constantemente estamos manejando niveles de estrés, para podernos mover incluso, se genera información que llega al cerebro, hay activación del hipotálamo y la hipófisis, estas mandan la señal para que las suprarrenales generen adrenalina y se activen músculos y órganos asociados al movimiento, el problema es cuando se hace crónico y el cortisol que de entrada desempeña un papel importante para el funcionamiento del organismo, en exceso genera afectaciones desde leves: dificultad para levantarse, cansancio, desánimo, desinterés, moderadas: irritabilidad, pérdida de ideales, distanciamiento emocional, fatiga, aburrimiento, frustración, culpa, autoevaluación negativa, sensación de incompetencia; hasta graves: ausentismo laboral, trastornos psiquiátricos (depresión, ansiedad, consumo de sustancias, etc.), enfermedades psicosomáticas (gastritis, colitis, cefalea), trastornos de la alimentación, del sueño.

Sugerencias

Cada día prográmate, date un espacio de 5 a 10 min por la mañana y de 5 a 10 min por la noche antes de cerrar el día, empieza a sentir tu respiración, toma consciencia de la entrada de aire a tus pulmones al inhalar y de como sale lenta y suavemente todo el aire al exhalar, si te aparece un pensamiento, déjalo pasar no te atrapes por el ni te resistas a “no quiero pensar” simplemente lleva tu atención a la siguiente inhalación sintiendo nuevamente como se expanden tus pulmones y se llenan de vida y como se contraen y con esto se va tranquilizando tu mente, la actividad se reduce y es cuando empieza a haber un espacio, un espacio que anteriormente ocupaban pensamientos que rumiaban una y otra vez y que al reducir los pensamientos reactivos, empezamos a tener mas vitalidad, mas tranquilidad, mas energía, mas compasión, empezamos a vivir, a vivir de otra manera, vivir en paz, con un componente de serenidad, con un componente de alegría, de entusiasmo

Me gusta citar esta frase de Albert Camus, filosofo francés premio novel de literatura, “en medio del duro invierno descubrí por fin que dentro de mí hay un ser invencible”

Saber que dentro de cada uno de nosotros hay un SER INVENCIBLE, DESDE EL SER, que no es un canto a la ignorancia, no es un canto a la prepotencia, sino una verdadera necesidad de reconocer que todos hemos sido llamados a la grandeza, pero para podernos escuchar en medio de la tempestad, ocupamos silenciarnos.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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