Las ciudades tienen cierta poesía que guardan entre sus calles esperando a que un poeta la transite y la viva para llevarla al papel. Para Arturo Valencia, esa ciudad que lo esperó para que la convirtiera en el poemario “La Ciudad que Ignoro” fue Tijuana.
Los poemas fueron escritos en su mayor parte en la metrópoli fronteriza y complementados por otros que escribió después de su regreso a Hermosillo. Son postales de una ciudad seductoramente incomprensible, llena de vida, desgracia, crueldad, nostalgia, pero sobre todo de amor.
Para hacer de una ciudad poesía se necesita en verdad vivirla, nos confesó en una entrevista Arturo Valencia. Es necesario vivirla para conocer sus vicios, sus debilidades, sus defectos más profundos, y eso que esconde Tijuana para convertirla en un lugar entrañable donde surja el amor entre quienes viven en ella todos los días.
Después de haber salido de Hermosillo, porque seamos sinceros, la capital sonorense antes era todavía más conservadora y su sociedad negaba las oportunidades de crecimiento a quienes no son afines a la hegemonía local, Arturo y su familia encontraron en Tijuana ese hogar de acogida que en aquel entonces no podía ser su ciudad de origen. En ella experimentaron las atmósferas y vivieron las experiencias que aparecen convertidas en poemas de un paseo en camión que termina en una caminata por la calle del Pirul o un atardecer en la playa donde la espuma de las olas del océano Pacifico murmura versos.
Distinto a otros poetas de su generación, los versos de Arturo Valencia están más en sintonía con la poética Baja Californiana. Comparte con sus colegas tijuanenses las imágenes de sus paisajes y sus metáforas, la línea fronteriza llena de significados para su vida diaria, tanto en lo simbólico como en lo cotidiano. Pero al mismo tiempo su voz poética se suscribe a una tradición de poesía universal y en ella se escuchan ecos de la generación del beat, los poetas malditos del siglo XIX, la trova y otros poetas latinoamericanos que encontraron en las urbes la fuente desde donde comprenden el mundo y por lo mismo pueden hacer poesía.
En “La Ciudad que Ignoro”, Arturo Valencia nos presenta una búsqueda en la que el poeta recurre al lenguaje poético para poder explicarse con palabras lo que no le permite el método científico del historiador que intenta hablar de la Tijuana que se vive cotidianamente. Es por eso que los poemas de este poemario no pueden ser leídos como postales escritas por un turista cualquiera, sino como paseos en los que la ciudad te va recitando versos de las personas que habitan en ella, se enamoran, lloran y viven.
En este sentido es que “La Ciudad que Ignoro”, aunque no sea un libro de viajes tiene la capacidad de transportarte a la metrópoli fronteriza de Tijuana, no para que te tomes una foto con un burrozebra o te emborraches como gringo por la avenida Revolución, sino para que vivas el día a día de la ciudad. Sus poemas te hacen vivir Tijuana como un oriundo, como si tuvieras otra vida como tijuanense y pudieras estar frente a ella sin comprenderla, pero explicándote la vida desde su poesía. Leer poesía es vivir lo que la voz poética vivió y eso lo sabe Arturo Valencia, quien con “La Ciudad que Ignoro” nos lleva a donde fue su hogar, pero aunque nunca conoció del todo fue uno de los amores que marcaron su vida.